El Centro David Bowie de Londres abre sus puertas con 200 tesoros.

Álbum "Aladdin Sane" en 1973

En el V&A East Storehouse de Londres, acaba de abrir sus puertas un espacio que promete convertirse en punto de peregrinación cultural: el Centro David Bowie. No se trata únicamente de una exposición, sino de un archivo vivo que resguarda cerca de 90.000 piezas del universo creativo del artista, de las cuales 200 han sido seleccionadas para dar inicio a una travesía que conecta música, moda, teatro, cine y la inagotable imaginación de quien nunca dejó de transformarse.

David Bowie fue más que un músico. En Londres, la ciudad que lo vio crecer artísticamente, se forjó el ADN de sus personajes, de Ziggy Stardust a The Thin White Duke, y se encendieron los escenarios que marcaron a generaciones enteras. Que sea aquí donde se erija un archivo monumental no es casualidad: Londres es el escenario natural de un relato que se escribió con luces, sonidos y rupturas que trascendieron a la cultura popular. El centro funciona como un espejo que devuelve a la ciudad parte de lo que ella misma inspiró en Bowie.

El Centro David Bowie

La primera selección de 200 objetos ya plantea un recorrido intenso. Está el catsuit asimétrico de Kansai Yamamoto, símbolo de la era Ziggy, o el abrigo Union Jack creado junto a Alexander McQueen en los noventa, que condensó la reinvención permanente de Bowie y su mirada hacia la moda como extensión del performance. Hay bocetos de portadas, instrumentos que acompañaron sesiones históricas, manuscritos con letras que luego se volvieron himnos y hasta listas personales de libros, películas y obras de teatro que nutrían su mente. 

Pero no todo lo que se expone son éxitos consumados. También se incluyen fragmentos de proyectos inconclusos: un musical titulado The Spectator ambientado en el Londres del siglo XVIII, una adaptación teatral de 1984 de George Orwell y un proyecto cinematográfico llamado Leon in India. Esos restos creativos funcionan como ventanas hacia la obsesión de Bowie por imaginar futuros posibles. Verlos hoy es entender que su proceso no se medía por la culminación, sino por la exploración constante.

El museo ha concebido el espacio con una lógica dinámica. Cada seis meses, nuevas piezas saldrán del archivo, lo que convierte al centro en un organismo en permanente mutación. Esa decisión refuerza la idea de que Bowie no es un capítulo cerrado, sino un relato abierto que aún se expande. Los visitantes no solo observan: pueden solicitar ver objetos específicos mediante un sistema de citas, interactuar con ellos bajo supervisión o acceder a un catálogo digital que pronto estará disponible. El archivo no se guarda, se comparte.

Manuscritos de la canción "Win" del álbum "Young Americans", escritos por David Bowie en 1974

En el terreno del cine y el teatro, el centro también preserva su faceta como actor y dramaturgo. Bowie protagonizó películas de culto como The Man Who Fell to Earth o Labyrinth, y en sus últimos años impulsó el musical Lazarus, basado en su universo lírico. Al reunir bocetos, libretos y notas de dirección, el centro traza un puente entre su música y sus incursiones escénicas. Bowie no concebía fronteras entre disciplinas; este archivo, al integrarlas, respeta esa visión.

Caminar por la exposición implica más que un ejercicio de nostalgia. Cada objeto es una pista sobre cómo funcionaba una mente obsesionada con los símbolos. Las anotaciones al margen de sus cuadernos, las palabras tachadas, los colores elegidos para un traje, incluso las obras que quedaron en borrador, todo revela un proceso creativo que valoraba tanto la idea como el resultado final. Bowie construyó mundos a partir de fragmentos, y ese mecanismo ahora queda expuesto como si se tratara de un taller abierto.

El Centro David Bowie también dialoga con la idea de archivo en el siglo XXI. No se limita a preservar reliquias, sino que se concibe como un laboratorio cultural. La noción de “order an object”, donde un visitante puede pedir ver una pieza específica, rompe la distancia entre espectador y patrimonio. El catálogo digital, en construcción, permitirá que investigadores y fanáticos accedan desde cualquier lugar del mundo, convirtiendo a este archivo en una plataforma global. Es una forma de expandir a Bowie más allá de las paredes del museo.

Una dimensión crucial es el impacto generacional. Para quienes vivieron sus conciertos en los setenta y ochenta, la muestra es memoria tangible. Para quienes lo descubrieron después de su muerte en 2016, es la oportunidad de acercarse a un legado que sigue latiendo. Y para los más jóvenes, que quizás solo conocen fragmentos virales de su obra, este centro funciona como puerta de entrada a una figura que reinventó las reglas de lo que significa ser artista.

El Centro David Bowie

Entre los curadores, Harriet Reed y Madeleine Haddon han insistido en que la intención no es construir un mausoleo, sino iluminar procesos. Bowie se definía por su capacidad de reinventarse, pero detrás de esa metamorfosis había método, había notas, había ensayo. Mostrarlo es una manera de humanizarlo: entender que la genialidad no era improvisación, sino el resultado de un trabajo constante y detallado. En ese sentido, el archivo revela tanto como sus discos.

Recorrer el Centro David Bowie es, en última instancia, un ejercicio de lectura.

Se lee un traje como se lee un poema, se descifra un manuscrito como si fuera partitura. Es descubrir que detrás de cada gesto había capas de intención. Al abrir estos tesoros, el museo no solo expone objetos: ofrece claves para interpretar una de las mentes más prolíficas del siglo XX.

Y quizá ahí está lo más valioso: Bowie no se exhibe como estatua intocable, sino como obra en proceso. La experiencia de recorrer este centro recuerda que la creatividad es un archivo en movimiento, un cúmulo de ideas que se expanden incluso cuando el autor ya no está. El visitante sale no con la sensación de haber visto reliquias, sino con el impulso de pensar distinto, de arriesgarse a crear. Porque ese fue siempre el legado más profundo de David Bowie: invitar a imaginar sin límites.