El artista colombiano presenta un álbum que rinde homenaje a su ciudad natal y refleja la madurez de una carrera que sigue reinventándose sin perder autenticidad. Entre nominaciones, conciertos y nuevos sonidos, Cepeda demuestra que su historia aún tiene mucho por contar.
Por Ramé Cabrera
Andrés Cepeda vive uno de los momentos más activos de su carrera. Con varias nominaciones en los Latin Grammy 2025 y el lanzamiento de Bogotá, su nuevo álbum, el cantautor colombiano consolida un regreso que combina madurez artística y una profunda conexión con sus raíces. El disco, concebido como una carta de amor a la ciudad donde nació, marca un punto de equilibrio entre lo clásico y lo actual, entre el artista que todos reconocen y el creador que sigue explorando nuevas formas de contar historias.
En esta entrevista, Cepeda habla sobre el proceso detrás de Bogotá, el significado personal del proyecto y cómo ha aprendido a evolucionar sin perder la esencia que lo ha acompañado durante más de dos décadas en la música
Andrés, ¿qué desayunaste hoy? ¿Eres más del team “americano”, tipo pancakes, y cereal? ¿O te inclinas por algo bien rolo, bien bogotano, como una changua?
AC: Mira, hoy no me hicieron changua, pero desayuné un juguito de naranja, unas fruticas, unos huevos fritos con jamón, un Chocolisto con pan, y mermelada de fresa y mantequilla. Ah, y se me olvidaba algo muy importante, que fue como un predesayuno hace un rato: un pequeño tamal.
¡Delicioso! Muy colombiano, ¿no?
AC: Muy colombiano. Y sí, normalmente están los huevitos y el tamal. Es que el tamal me lo comí un poco más temprano. Pero sí, para mí el desayuno es una parte muy importante del día y me lo disfruto mucho.
¿Y la changua qué tal? ¿Te gusta?
AC: Me encanta, la sé preparar y todo. Me encanta.
Hablando de la changua y de Bogotá, Andrés, tu nuevo álbum lleva este nombre, “Bogotá”, tu ciudad natal, y hace un homenaje muy personal hacia ti. ¿Qué te impulsó a crear este proyecto tan íntimo y ligado a tu ciudad?
AC: Bueno, el tema es que yo ya estaba llegando a un momento en el que estaba estrenando casa disquera, habíamos lanzado apenas una canción y, bueno, tenía que salir con un álbum. No tenía muy claro exactamente qué hacer. Había tenido un álbum que me fue muy bien el año anterior, se llamó El Décimo Cuarto. Este, en teoría, debía ser el álbum número quince. En fin, y estaba un poquito desubicado, no sabía muy bien qué hacer.
Y me pasó algo muy interesante: tuve la oportunidad, por una gran casualidad, de comprar y mudarme a la casa donde había nacido y pasado mi infancia. Dije: “Pues esta oportunidad tengo que aprovecharla”. Me dio una gran ilusión volver a ese espacio, volver a sentir esos recuerdos de la niñez y de la primera adolescencia.
Me fui para allá, llegué a la casa a instalarme y encontré todo tal como era. Era como una cápsula en el tiempo. Pero sentí la ausencia de la figura de mi mamá esperándome en la puerta, una imagen que tenía muy clara de mi entrada a la casa. Cuando vi que ya no estaba allí, eso me causó una serie de emociones y me conmovió profundamente.
Empezó a nacer esa canción que después me llevó a pensar: “Bueno, si en la puerta de mi casa encuentro un recuerdo tan significativo que me inspira una canción, ¿qué pasa si hago ese mismo ejercicio en otros lugares de la ciudad?”.
En parques, cafés, los lugares donde estudié, donde vivían mis amigos, donde íbamos de fiesta, donde vivían las novias… Toda esa construcción de la vida a partir de los espacios físicos. Al irlos visitando me fui encontrando con recuerdos y emociones que me llevaron a hacer el resto de las canciones del álbum, con excepción, obviamente, del cover que tiene el disco, pero que también tiene una historia relacionada.
Así nace la idea de hacerle un álbum a Bogotá, recorriendo los pasos de mi vida a través de los espacios de esta ciudad.

Tus letras reflejan una búsqueda constante de emociones. No solo es una canción porque sea un hit, es una conexión con ese público más humano. ¿Qué desafíos sientes que enfrentas para mantener esa autenticidad en un entorno donde los éxitos muchas veces se miden en tendencias y cifras?
AC: Así es. Yo pienso que ayuda mucho estar muy conectado con el origen del deseo de hacer música. En mi caso, trato de recordármelo siempre: es en busca de la emoción. Para mí, la aproximación a la música siempre fue emocional; era algo que se hacía porque generaba una gran emoción o porque una emoción muy grande te llevaba a hacer música.
Eso lo aprendí en mi casa, lo veía a mi alrededor. La manera en que mi familia se aproximaba a la música era esa: siempre con la máxima alegría o al borde del llanto, por emoción, por nostalgia, por lo que fuera, pero siempre con la emoción muy presente.
A mí me costaría mucho trabajo hacer un proyecto donde eso no estuviera. Para mí, la brújula siempre es la emoción: al escoger una canción que quiero publicar, o una de otro autor que quiero grabar, o al escribir la mía. Si la canción no me conmueve, busco otra. La intención es esa: emocionarnos y emocionar a los demás.
Hablando un poco más de tu nuevo álbum, trabajaste con Andrés Torres y Mauricio Rengifo, quienes tienen un sello muy marcado en el pop latino. ¿Qué aspectos de tu identidad artística buscaste resaltar a través de esta colaboración con estos dos cracks?
AC: Pues estos dos cracks son tremendos. Tienen una particularidad con mi trabajo, y es que hemos hecho muchas cosas juntos. De chiquitos, ellos eran fans de mi música. Yo me acuerdo de un Mauricio de 13 o 14 años yendo a pedirme una foto y un autógrafo en un teatro en Cali, y de Andrés chiquito, con su grupo del colegio, que alguna vez los fui a ver y nos encontramos.
Eso me hizo entender algo que decían ellos: “Hagamos un disco como a dos de tus grandes fans les gustaría que fuera un disco tuyo”.
Y resulta que tengo dos grandes fans que son dos grandes productores. Entonces dije: “Esa es la combinación ideal”. Si mis fans acérrimos fueran grandes productores, serían ellos, y haríamos este disco así.
Escucha “Bogotá”:


Este año no solo lanzas tu álbum, sino que también alcanzas 19 nominaciones al Latin Grammy. ¿Cómo ha cambiado tu percepción de los premios con toda la experiencia que ya acumulas y qué significado tienen para ti hoy?
AC: Pues descubrí hace mucho tiempo que la magia de estos premios es que te los dan tus colegas. La gente que hace parte de la Academia somos compositores, productores, artistas, músicos, gente del ámbito editorial de la música. La mayoría somos quienes tenemos créditos en los álbumes: ingenieros de sonido, de masterización, todos los que físicamente hacemos la música.
Entonces es interesante porque es un premio que te dan tus colegas. Y eso tiene un valor especial: que la gente que hace y ama lo mismo que uno reconozca tu trabajo. No es de popularidad; es más por la admiración o el gusto que puedan encontrar al escuchar tu música.
¡A mí me emociona tanto! Como la primera vez. Uno pensaría que después de varias veces la emoción disminuye, pero no, sigue siendo igual de intensa y produce mucha ansiedad.
Hablabas de los colegas. La mayoría de veces, en la industria, existe la tendencia de verlos como competencia, pero al fin y al cabo son manos que puedes ayudar y que también te ayudan. ¿Cómo crees que se ve tu influencia hoy en estos nuevos artistas? ¿Qué significa para ti mantener esa relevancia después de tantos años?
AC: Creo que ese es el gran premio de la carrera, de la vida: haber tenido la oportunidad de hacer un aporte y reconocer en las nuevas generaciones cierta influencia. Haber tenido un estilo que pueda ser seguido o utilizado para aprender algo.
Eso me hace sentir muy orgulloso. En lo que respecta al pop, y sobre todo al pop de mi ciudad, Bogotá, siento y percibo esa influencia, y me emociona muchísimo.
Y para estos nuevos artistas, ¿hay algún momento o decisión en tu carrera que consideres clave para llegar al lugar en el que estás hoy y que quisieras compartir como aprendizaje?
AC: Pienso que lo más importante es no parar, ser persistente, estar siempre trabajando, haciendo música nueva, buscando nuevas maneras. No podemos desperdiciar la oportunidad de hacer música. Eso es fundamental: estar siempre ahí.
Y lo otro es ser un poquito terco con lo que uno siente, con lo que realmente cree que es. Una vez uno encuentra quién es, cuál es su voz y qué quiere decir —que no es fácil, porque a veces uno se demora en encontrarse—, hay que comprometerse con eso y serle fiel. A largo plazo, eso tiene su recompensa.
Volviendo otra vez a tu álbum Bogotá, logra transmitir esas sensaciones personales de las que hablábamos. Al inicio, es como si uno recorriera la ciudad a través de tus canciones. Andrés, si tuvieras que destacar una sola canción que capture el espíritu del disco, ¿cuál sería y por qué?
AC: Para mí, la canción Bogotá. Pero creo que hay otra que tiene un paraguas más grande: una que se llama El Café, que es probablemente mi favorita del álbum. Cuando la escucho, por mi mente pasa la ciudad, los espacios, los momentos, las sensaciones. En mi cabeza, es la banda sonora de lo que es mi idea de la ciudad: su ritmo, su sonido, su tonalidad, lo que va diciendo.
Tiene referencia a otra canción de hace veinticinco años, una de Poligamia que se llamaba Fue solo amor. Esta es la continuación, como imaginarse que uno se vuelve a encontrar con esa persona muchos años después, en el mismo lugar, con la misma luz, y fantasear con la idea de volver a verse después de aquello que dejamos cuando éramos adolescentes. Para mí, esa canción representa el espíritu de lo que es Bogotá.