Entre desfiles cargados de glamour, regresos esperados y nuevas narrativas, la Gran Manzana confirma por qué sigue siendo el epicentro de la moda internacional. A mitad de la semana, la ciudad demuestra su capacidad de marcar tendencias, definir conversaciones y establecer la agenda global para los próximos meses.

Desde el 11 de septiembre, Manhattan se ha transformado en un escenario urbano donde cada calle, hotel y estudio se convierte en una extensión de las pasarelas. La edición Primavera-Verano 2026, que se extenderá hasta el 16, no es solo un calendario de desfiles: funciona como un termómetro de la industria, midiendo qué estilos, materiales y conceptos captarán la atención de medios, compradores y consumidores. Cada presentación ofrece un vistazo a la dirección estética de la temporada, y al mismo tiempo, refleja cómo la ciudad articula moda, cultura y comercio.
Inicio con fuerza y propuestas memorables
Christian Siriano inauguró la semana con un desfile en el emblemático Rainbow Room. Celebrando quince años de carrera, el diseñador presentó una colección que combinó vestidos voluminosos, drapeados escultóricos y tonos metálicos que capturaron la atención desde la primera fila hasta la última. Janet Jackson y Laverne Cox estuvieron presentes, confirmando que Siriano no solo diseña ropa, sino que construye un espectáculo cultural que celebra diversidad, inclusión y la visibilidad de diferentes tipos de cuerpos. La colección fue un recordatorio de cómo el diseñador ha sabido conectar moda, espectáculo y narrativa personal en quince años de trayectoria.
Peter Do presentó uno de los shows más comentados de los primeros días. Su colección minimalista, con cortes precisos y paleta monocromática, demostró que la elegancia puede residir en la simplicidad. Sus piezas fueron un ejemplo de cómo la moda puede impactar sin recurrir a excesos, y cómo la precisión técnica sigue siendo una herramienta poderosa para generar presencia e influencia en la industria.



Ralph Lauren volvió a escena con un desfile que equilibró tradición y modernidad. Ambientado como un granero sofisticado, presentó denim trabajado, chaquetas de cuero curtido, camisas blancas y vestidos en seda dorada. La primera fila contó con la presencia de Jennifer Lopez, Uma Thurman y Diane Keaton, consolidando su propuesta como un referente de lujo estadounidense que trasciende generaciones y conecta con un público amplio.
Coach celebró diez años de Stuart Vevers al mando con una propuesta juvenil y urbana. La marca presentó chaquetas bomber, cuero desgastado, faldas cortas y bolsos reinterpretados, combinando nostalgia de los años noventa con un aire contemporáneo que hizo que la marca se sintiera fresca, moderna y relevante.
Collina Strada, liderada por Hilary Taymour, llevó la creatividad a otro nivel. Su pasarela fue un espacio donde sostenibilidad, humor y teatralidad se entrelazaron. Los estampados vibrantes, los accesorios inesperados y las siluetas poco convencionales recordaron que la moda puede ser crítica, lúdica y consciente al mismo tiempo. Su show también subrayó cómo la industria puede abordar temas sociales y ambientales sin sacrificar el placer estético.
Tendencias y dirección de la temporada

Entre los hilos conductores que comienzan a consolidarse se destacan los metales y brillos, vistos en Siriano y LaQuan Smith, que aportan dinamismo y sofisticación. La sastrería sigue siendo una referencia, con Peter Do y Helmut Lang mostrando cortes impecables y líneas limpias. El denim se reinventa en múltiples versiones: lavado, desgastado, estructurado o reinterpretado artesanalmente.
Los accesorios maximalistas también han tenido un protagonismo importante. Pendientes grandes, collares rígidos y cinturones llamativos se han convertido en elementos recurrentes que dan carácter a cada look. Además, se observa un diálogo constante entre lo comercial y lo conceptual, donde algunas marcas buscan impacto visual inmediato y otras experimentan con nuevas formas, materiales y narrativas.
La semana también ha confirmado la importancia de la interacción con la audiencia. Los flashes del front row, la cobertura de medios y la viralización en redes sociales hacen que la moda deje de ser un fenómeno cerrado para insiders y se convierta en un evento cultural global. Esta interacción entre industria y público amplifica el impacto de las colecciones y consolida la influencia de la ciudad en el circuito internacional.

Mirada hacia los últimos días: 15 y 16 de septiembre
Con la semana entrando en su recta final, las expectativas se centran en los dos últimos días. Marcas como PatBo, Kallmeyer, Elena Velez y Bevza se perfilan como protagonistas, con apuestas que van desde lo artesanal reinterpretado hasta propuestas más conceptuales que cuestionan la silueta clásica. Estas jornadas son decisivas: muestran cómo la ciudad cierra una edición marcada por el equilibrio entre creatividad, mercado y narrativa visual, y anticipan la conversación que se abrirá con la temporada europea.
Los días finales también serán clave para medir la influencia de los diseñadores emergentes, quienes aprovechan la visibilidad global para posicionarse. La mezcla entre casas consolidadas y voces nuevas refuerza la idea de que Manhattan sigue siendo un laboratorio de tendencias, donde se testea la combinación entre herencia, innovación y relevancia mediática.
Mientras la Gran Manzana termina su calendario, la atención se traslada a Europa. Milán, cuna de tradición artesanal y lujo clásico, prepara desfiles que equilibrarán herencia y modernidad. Casas como Prada, Gucci y Fendi buscarán demostrar cómo el oficio se adapta a los cambios de la industria y a la demanda de nuevas generaciones. La expectativa es alta: el contraste entre la energía vibrante de Nueva York y la precisión milanesa promete generar un diálogo enriquecedor entre continentes y estilos.
Nueva York abrió la temporada con espectáculo, innovación y diversidad de propuestas. Ahora Milán tomará el relevo desde otro ángulo: precisión técnica, fuerza de las casas históricas y capacidad de diálogo con nuevas generaciones. La temporada apenas comienza, pero el pulso está claro: la moda global vuelve a latir, y la primera semana ya dejó un capítulo contundente que marca la pauta de lo que vendrá.